sábado, 3 de noviembre de 2007

En el micro...

Gente!! reapareci!! como les va?? espero que bien. Como esta medio muerto esto... bueee... MUY muerto!! decidi postear algo por lo que mi vieja me rompio tanto las bolas (se da a entender que no tengo...) a lo que quiero llegar esto me pidio para el "dia de la madre" (que ganas joder con ese dia..) bueno.. aca les dejo un texto medio raro... bueee.. MUY raro... y que no he vuelto a escribir por falta de papel y lapiz... y como que estamos pobres... como sea aca ta...

º*<^^!!Danny!!^^>*º

En el micro…

Me sentaba en el micro cuando volvía a mi casa. Tomé el último asiento doble y recosté en él. Apoyé mis pies en el asiento que daba al pasillo, recosté mi espalda en la ventanilla y miraba hacia el lado contrario de donde me había sentado. Largo tiempo de pensar en nada y de oler el perfume de los paraísos, pasó. El micro iba totalmente vacío exceptuando de 5 o 6 personas además de mí. En una de las paradas, el micro se detuvo. Subió una joven rubia, ojos claros, muy bella y con algo que me llamo la atención. Traía un vestido de novia todo sucio, rasgado y con agujeros. Tenía un velo que ya estaba medio gris y roto, pero que debajo de él resalta la blonda cabellera. Pagó el pasaje y se quedó en comienzo del micro. Yo la vislumbré durante una fracción de segundos y ella empezó a observar los asientos libres para ver donde se iba a sentar. Empezó a caminar con paso firme y decidido. En el micro había un silencio sepulcral. No se escuchaban sonidos externos al micro, pero tampoco se escuchaban los típicos rechineos del mismo al andar. La novia, con su paso lento, se colocó en frente de mí, y como tenía los pies sobre el asiento, puso delicadamente su mano en mi rodilla derecha y la empujo con suavidad para que yo bajara mis piernas del asiento. Algo que me sorprendió de ella, era que tenía las manos muy calientes, casi hirviendo. Con un pequeño temor, pero tranquila, tomé mi mochila y me senté correctamente, ella tomó el lugar en donde habían estado mis pies. Sin importarme lo ocurrido, empecé a mirar distraídamente por la ventanilla del lado que me correspondía. Al minuto siguiente, se congeló todo. Como en una película cuando le ponen pausa, pero con una diferencia. Todo estaba en sepia, como antes. De pronto, noté que mi brazo izquierdo me quemaba mucho y, al mirarlo, vi que la novia había puesto su mano en mi brazo. Ella lo soltó, se paró y caminó hacia delante como para bajarse con su paso decidido. Yo me sentía como con un estado de shock por lo que estaba ocurriendo, pero con tranquilidad. La joven me sonrió y me hizo señas que la siguiera fuera del micro. Seria, yo me disponía a seguirla. Me paré lentamente, acomodé la mochila sobre mi espalda y con paso tranquilo me dirigía a la puerta delantera del micro. Al bajarme, la novia me esperaba, pero estaba diferente. No tenía el vestido, sino ropa común. El lugar donde había parado el micro no era el mismo con respecto en el que yo me encontraba. Era como una especie de finca. No se podía ver el color verde, pero era como si estuviera, además de los otros colores que resaltaban con viveza. La joven me señaló un rinconcito de la finca donde había una niña pequeña acurrucada y sola. La novia había borrado la sonrisa brillante de su cara, y a cambio de eso, dejo caer unas lágrimas escurridizas que se escapaban de sus ojos. Eso me dio a entender que la pequeña en el rincón era ella. Al rato, la novia empezó a caminar hacia dentro de la casa que había allí y yo para no perderme, la seguí. La casa era una gran mansión. Llena de espacio y lujos. La joven subió las escaleras y entró en la última habitación de un largo pasillo que se dirigía hacia la derecha. Entre en ella y se vislumbraba el cuarto de lo que parecía ser de la pequeña. Estaba llena de juguetes y osos de peluches. No comprendía yo, porque la niña se acurrucaba en un rincón y no jugaba con sus juguetes en su pieza. Bajamos las escaleras y en la puerta de la finca se había estacionado un auto que se daba a entender que era blanco. Y de él bajaban un hombre y una mujer, ambos desaliñados, como si hubieran vuelto de una fiesta de varios días de duración. Cuando ambos terminaron de bajarse del auto como pudieron y con su respectivo tiempo tomado por cada uno, vieron a la niña y se dirigieron hacia ella. Ésta levantó la cabeza y abrió los ojos. Miró a sus padres y no sabía que cara poner. Si de felicidad o ponerse a llorar. La madre la miró un rato y después se le empezó a reír en su pequeña cara y luego le empezó a gritar. Se daba a entender que le gritaba por las muecas en la cara, porque no podía oír nada. La niña lloraba lágrimas silenciosas y la novia se alejaba de esa escena. Mientras nos íbamos de ahí, le pregunté a la novia si ese momento era de ella, un recuerdo… Ésta no me contestó y siguió caminando. Ahora el espacio y el tiempo habían cambiado. No era una niña la que se encontraba en el lugar, sino una persona adulta, una mujer para ser más exacta. Y no un finca, un cocina toda blanca, que como al igual que la finca, se daba a entender que color era. La persona que estaba allí era la misma persona que la novia. Aunque ésta yo no presentara lagrimas en los ojos, daba una cara de preocupación. La cocina era un lío. Estaba llena de cosas: flores, papeles, regalos, etc. todo como para preparar una boda con muchos volados y puntillas, por las tarjetas y las telas que estaban en las sillas de la cocina. En un costado de ésta, había una mesa y sobre ella muchas cartas para una misma persona, porque tenía el mismo nombre en todas. En los sobres cerrados, con una letra clara y con muchos arabescos estaba escrito el nombre de una mujer. Al lado de esos sobre, se encontraba una pila igual a la de los sobres cerrados, pero con una diferencia. Éstas tenían un sello rojo con letras mayúsculas que rezaban: “devuelta al origen”. La joven, agarró uno de los sobres, lo abrió y me lo mostró. Yo lo agarré con cierta desconfianza y lo leí. Era una invitación a una boda. Al parecer, la joven vestida de novia se llamaba Laureana. Le pregunté si ese era su nombre y ella me asintió con la cabeza lentamente. Yo, para intentar adivinar a quien le mandaba las cartas le pregunté si estaban dirigidas hacia un familiar. Ella asintió nuevamente con su cara de preocupación. Pregunté otra vez, pero ahora si las cartas estaban dirigidas a la madre. Ella volvió a asentir con la cabeza. Ésta, tomó una hoja y un lápiz que se encontraban en la mesada de la cocina y comenzó a escribir. De lejos, percibía la letra clara y los arabescos como las de las cartas anteriores. Cuando terminó de escribir, me pasó el papel. En un ángulo tenía una lista de compras para la boda y otras cosas, obvié eso y empecé a leer lo que había escrito la joven en él. El papel decía que la joven se iba a casar y que invitaba a su madre a la ceremonia. El padre había fallecido años atrás y el único familiar cercano que le quedaba era la madre. Pero ésta le devolvía las cartas e invitaciones que la joven le enviaba. De un momento a otro, la cocina y todo lo que había en ella desapareció, pero a cambio de eso, se vislumbró una catedral toda arreglada con flores y cintas de puntillas y raso. Los asientos estaban todos ocupados, excepto un pequeño lugarcito en la puta de un banco de adelante. En el altar estaban, la novia y el novio en plena ceremonia. La novia miraba de vez encunado el asiento vacío y volvía con lo que hacía. La joven, que estaba al lado mío, caminaba hacia el altar con desgano y sin importancia. Cuando llegó al final, me llamó a señas e hizo con un moviendo de cabeza como para que me sentara en el lugar vacío. La miré unos segundos y tomé asiento. A los minutos, la ceremonia estaba concluyendo y el nuevo matrimonio se disponía a salir de la catedral entre aplausos y gritos de la multitud de personas presentes. La joven, que se había quedado parada al lado mío, empezó a salir de la catedral detrás de los novios. Me levanto y la sigo. Al salir, la catedral, se había desvanecido. En su lugar, se hallaba un extenso prado verde lleno de piedras grises con grabados. En una de ellas, había una mujer morocha llorando desconsoladamente y destruida. La novia, señaló a la mujer y luego se señaló ella. Eso me dio a entender, que esa mujer era su madre. Me acerco a la lápida para ver de quien era. Allí yacía Laureana, la joven novia. Al estar enfrente de la lápida, la mujer se levantó del suelo, se secó un poco las lágrimas y me preguntó educadamente que era lo que yo estaba haciendo allí. Yo estaba muy sorprendida porque la mujer me pudo ver y me dirigió la palabra, me precipité a decirle que no sabía. Entonces miro a la novia que estaba a mi izquierda y ella con un a mirada de “no te preocupes, déjamelo a mí”, me tendió su mano para que la tomara. Al tomarla, no estaba caliente como cuando estábamos en el micro, sino que estaba a una temperatura algo baja. Usó mi boca como medio para dirigirle la palabra a su madre. Estuvieron largo tiempo hablando, llorando, riendo y pidiéndose disculpas la una a la otra por no haber aprovechado el tiempo que les correspondía y por muchas otras cosas que habían hecho. A medida que la novia hablaba y hablaba, se ponía su mano más fría, pero me empezaba a preocupar más, porque ese frío empezó a cubrir también mi cuerpo. Empecé a tener un miedo profundo porque sentía como se congelaban mis órganos, como se iba nublando de blanco mi vista y de cómo ya casi no podía mantenerme en pie. Se me nubló completamente la vista y sentí como caía después al prado verde. Intenté abrir los ojos y no pude. Volví a hacerlo y me encontraba nuevamente en el micro. Me sentía muy rara y mareada. l miro se detuvo en una parada y sube una rubia muy bella, paga el pasaje y se queda observando los asientos libres. Yo muy asustada, la miro y observo que es muy parecida a la novia. Comienza a caminar con un paso decidido y firme hacia atrás del micro. Mi brazo me molestaba y vi que tenia una marca color rosa… Por poco no gritaba hasta que tomé aire y suspiré aliviada. La mujer no se sentó al lado mío, sino que tomo uno de los asiento para una persona. Después de un rato, observé que la mujer se estaba por bajar. Yo, tranquila, no le presté atención, pero 2 segundos después, se para frente a mi asiento y me dice con una gran sonrisa “Muchas Gracias, sin vos nunca hubiera podido bajar del micro”. Yo la miro como diciendo “Eso pasó de verdad?”, ella me asiente y se va a tocar el timbre para bajarse. El micro se detiene y la miro bajar. Luego me giro para verla por donde va a seguir caminado y ésta comienza a caminar por el medio de una calle que no tiene fin. Esa calle estaba llena de polvo color dorado y rayos de sol que no dejaban ver el final de la misma. La joven, antes de meterse en una nube de polvo dorado se da vuelta y me saluda con la mano y lagrimas en los ojos. La saludo con la mano y con mucha alegría. La joven, desaparece en la nube de polvo y el micro se pone en movimiento nuevamente. Giro mi cabeza hacia delante. Agarro mi mochila y tomo mi cuaderno rosado y una lapicera para comenzar a escribir lo que me pasó en una tarde muy rara…

º*<^^!!Danny!!^^>*º

pd. esta escrito asi aproposito, no es que me haya olvidado de poner puntos aparte... si se los ponia, perdia la escencia... (mentira) pero como estoy en la etapa ahorratiba, me da paja poner espacio... bye... nos vemos cuando nos veamos...

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